miércoles, 27 de junio de 2018
Sonaba un delicioso jazz de Louis Armstrong
con Ella Fitzgerald, en el la sala decorada de pequeñas macetas de colores con
diminutos cactus y regordetas suculentas.
Las ventanitas cuadradas de doble
hoja dejaban entrar amarillos rayos de sol entre las cortinitas blancas
bordadas de verde limón.
El agua hirviendo de la tetera se derramaba
sobre hojas de té verde cosechado en otro continente. Ana sostenía la taza con
las dos manos y disfrutaba del aroma que escapaba con el vapor mientras
caminaba a pasos lentos por el tapete acolchonado hasta el gran sofá de la
sala.
En la mesa ratona Sofia, su hija de 5 años,
repetía el mismo trazo una y otra vez con diferentes colores, Ana observa un
gran Ocho sobre el papel que era trazado una y otra vez por Sofia. -Sofi, ¿Qué haces? - le pregunta – Sofia sin siquiera levantar la vista
o interrumpir su actividad -pinto- le
contesta. Ana trago apurada un sorbo de té para replicar – Si amor, ya se que pintas, pero quiero saber que es eso que estas
pintando, que dibujo es o que es lo que queres mostrar en ese dibujo –
Sofia dejo sobre la pintura los lápices, se levanto y fue hasta estar frente a
Ana.
- A
decir verdad estaba pensando que siempre nos dicen que somos mortales, que la
inmortalidad o no existe como la de Drácula, Hércules o otros personajes, sin
embargo, estamos convencido que nos vamos a morir y eso me dejo pensando en la
muerte, si realmente morimos o no, si es que tal vez la muerte puede ser un
portal por donde pasamos, cambiamos de estado como el hielo se muere para
convertirse en agua y el agua pasa a ser vapor. Como un ciclo continuo, por eso
pintaba un ocho, porque es el único numero que tiene un punto de cambio, pero
es interminable porque puedo estar toda la mañana dibujando sobre las mismas
rayas y siempre que cambio de color, la vuelta es una nueva, nunca deja de
girar. Entonces pensaba que también somos como colores, tal vez ya estuve antes
en este mundo, pero era otro color, que paso por el gran ocho y se fue. Ahora
soy otro color. Pero como tiempo es tan inexacto, porque la visita anual al
doctor pasa tan rápido y mi cumpleaños tarda tanto en llegar, por eso creo que
dentro de cada color también esta la inmortalidad, no como los vampiros, pero
si como la abuela, que ya dejo de ser ese color que era, a lo mejor ya esta con
otro color, pero su color anterior se volvió inmortal, porque nosotros la
tenemos en la memoria y la recordamos con cada aroma cada comida o cada
recuerdo que sale en la mesa. Por eso estoy pintando, elijo un color para cada
uno de nosotros y después pinto los colores que fuimos y lo que vamos a ser –
Ana sintió la resequedad en los ojos
producto de no parpadear, todavía sostenía la taza con las dos manos. Sofia
volvió a su hoja de pintura y comenzó una nueva, con flores y mucho verde.
Ana
no emitió siquiera un sonido, su mente quedo nadando en un mar de
posibilidades, donde no sabia si abordar el hecho de que Sofia le haya dado ese
discurso o el discurso en si de Sofia que también le había abierto las puertas
a una nueva perspectiva.
Volvió a parpadear y nuevamente sintió el
ardor de tener los ojos resecos, habían pasado unos minutos largos y Sofia
pintaba una cabaña en un bosque lleno de flores con algunos árboles de
manzanas. Ana se llevo el te a la boca para darse cuenta de que estaba muy frío.
te verde
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