La mañana peleada
con la noche la desplaza del cielo, que
limpio promete un día sin lluvias, el otoño silbaba los vientos que desnudan
arboles, un ruido en la ventana me despierta, es un golpe, algo extraño,
difícil de descifrar, me levanto, me acerco al balcón, y es más difícil aun de
creer, una gaviota, paciente me observa, lleva algo en el pico, me acerco lentamente,
ella no se aleja, abro las puertas del balcón, ella permanece, la situación más
que confusa me invita a acercarme más, y estiro la mano para tomar lo que
celosamente su pico guardaba, una carta, la examino y la gaviota vuela sin
mirar atrás, como quien cumple su trabajo, la carta llevaba mi nombre, y una
lacra de estrella revolucionaria. Me vuelvo a la cocina, dejo el sobre en la
mesa redonda, pongo la pava en el fuego, preparo en un porongo, un ritual matutino que me recuerda a mi madre,
nunca dejo de observar el sobre, como si este pudiera cobrar vida en cualquier
momento. La pava escandalosa me indica que el agua, ya esta; me vuelvo a la
mesa, cebo el primer mate, la yerba cruje liberando sutil espuma; agarro el
sobre y quiebro la lacra, como un deseo de verdad, un anuncio, un poema, no
estaba claro lo que allí contenía, solo unas sencillas palabras.
Ya van cuatro lunas de viaje, el mar se comporto muy bien, arribamos hoy a la media noche.
El día
transcurrió sin más sobresaltos, casi imperceptible, esas tres estrofas daban
vueltas en el aire, luego de la merienda un tanto tardía, el quehacer, me llevo
a olvidar aquella situación, cuando advierto de lo tarde que se había hecho,
comienzo a cocinar, distraído, cocino para varias personas, como si algo me
hubiera poseído, tal vez el universo, tal vez la verdad, cuando me doy cuenta
ya es tarde, hay mucha comida haciéndose en el fuego. El reloj anuncia la media
noche y el cambio del día, esas campanas me recuerdan esa extraña secuencia
matutina, y pienso, -imaginé que nada iba
a suceder-, acabado ese pensamiento, un ruido estruendoso suena en el mar,
un barco deja salir a personas, no comprendo muy bien lo que sucede, no hay
muelle, ¿cómo es que desembarcaron?. Entre un grupo de personas, se acerca una,
los pelos al viento, una sonrisa brillante que acompañaban a unos ojos con
mucha luz, se presenta, -Hola!, soy el Capitán
Patzold, navegamos mucho para llegar hasta aquí, pero el mar estuvo muy
tranquilo, por suerte.- Al observar mi cara de desconcierto por todo ese
despliegue, replica con seño temeroso -¿no
recibió mi nota?.- un breve silencio me sobresalta - eh… sí, claro la recibí -, respondí. Recuperando su sonrisa
agrega –qué bueno!, estamos muertos de
hambre, ¿Qué hay de comer? – sin responder, le hago seña para que ocupen
lugar en la mesa a Él y su pequeña tripulación.
Comimos en
silencio, y luego preparé café para la sobremesa, cuando la pregunta se hizo
urgencia – ¿de dónde vienen ahora?- me
mira fijo, da un sorbo al café y con una sonrisa me responde: -Venimos del mundo, de todas partes y de
ningún lugar, venimos del corazón de miles de personas que necesitan vivir,
pero que por temor no se animan, por eso estamos aquí, porque sos la clave,
solo una llave que va a abrir muchas puertas – asiento con la cabeza sin entender
de que me habla en realidad, - que bueno
– le digo – Pero que significa eso en
realidad - sonriendo con los labios
sobre la taza de café me dice - significa que tenés que viajar, y
encontrarte con los viajeros de este mundo, con los que viajaron en barco, en
bicicleta, de a pie, pidiendo un aventón, y en carros; y tenés que escribir su
historia, y la tenés que difundir, hay toda una nueva generación de viajeros
que no salieron, por un gran trabajo realizado desde las capitales del temor,
rompiendo así el equilibrio de una vida de intercambio y conexión humana, por
eso mi amigo, es necesario que salgas a escuchar historias, para que luego las
puedas contar y así inspirar a que los viajeros se reconozcan en las historias y
salgan al camino… - se levanto
bruscamente de la mesa –muy rico todo – dijo.
Sonriendo me abrazo y se despidió, el barco se perdió en la noche.
Al día
siguiente, me despertó un ruido en la ventana, una gaviota en el balcón, me
aproximo y se espanta y se aleja volando, desperezándome en la ventana, pienso
-que sueño tan extraño-, cuando el viento deja bajo mis pies un papel, lo
desdoblo y dice:
“Viaja sin miedo,
Que la cobardía,
No encaja en la revolución”
Esa misma tarde, puse una mochila en mis
hombros…
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